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La confianza en la vida del Discípulo

Espiritualidad de la Misericordia, Espiritualidad del Discípulo Misionero.

La confianza en la vida del Discípulo

Ante la experiencia del encuentro con Cristo, nos dicen los Obispos de Latinoamérica y del Caribe en Aparecida, “Quienes se sintieron atraídos por la sabiduría de sus palabras, por la bondad de su trato y por el poder de sus milagros, por el asombro inusitado que despertaba su persona, acogieron el don de la fe y llegaron a ser discípulos de Jesús.” (DA 21) y continúan: “El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo” (Cfr. DA, 243).

No obstante en el camino el discípulo puede tener dudas, el mensaje del maestro se le puede hacer incomprensible o sus exigencias extremadamente duras para seguir  (Jn 6, 59; Mt 19, 16-22. 25)

El Señor Jesús invita constantemente a superar ese temor poniendo toda su confianza en El, como antídoto al sentimiento de miedo que les embarga: ante la grandeza de su revelación (Mt 17,6s; Lc 5,10) ante la tormenta (Mc 4,40), cuando le toman por un fantasma en el lago (Mt 14, 27; Mc 6,50), para realizar obras en su Nombre (Mt 17, 20), ante el horizonte de la cruz (Jn 16, 32-33), en la despedida (Jn 16, 33), para realizar su misión (Mt 10,26. 28-31), etc.

Al escuchar el “no temas” el discípulo transforma su miedo en adoración traducida en una actitud de confianza filial que aleja todo temor.  Esta confianza se apoya en el amor de Dios experimentado (cfr. Sal 52, 10), pues el amor aleja el temor (1 Jn 4,18; 5,3). Se apoya en la ayuda de Dios (Salm 118, 5-14) y su promesa de victoria (cfr. Jn 12,31).

En el Diario de santa Faustina el tema de la confianza es recurrente. Es exigencia primera del Señor; ha de ser el distintivo del discípulo de la Misericordia (Diario, 1578); es el recipiente para recibir sus gracias (Diario, 1578) y la virtud básica en la que se ha de ejercitar el discípulo (Diario, 548).

¿Que es pues la confianza? Es la apertura del alma a Dios por la cual el creyente asegura todos sus ideales y sentimientos en la presencia del Dios siempre fiel y leal a su Alianza de amor, que le sostiene, no le falla y no le abandona. El acto de confianza en Dios es la espera voluntaria, humilde, inalterable y animada por la fe, de la benevolencia de Dios.  Es, por un lado, la más adecuada respuesta del hombre al amor de Dios, y por otro, la apertura del alma para que Dios actúe en ella.

El grado de confianza y dependencia depende del nivel de experiencia y penetración en la Divina Misericordia. La contemplación de Dios en la vida y el descubrimiento de su mayor atributo, la Misericordia, lleva al discípulo, de la admiración inicial a la respuesta de adhesión al Señor, de modo consciente y libre, desde lo más íntimo del corazón, manifestada en la actitud de confianza. (Recuérdese a Simón, Lc 5,10-11). Así, santa Faustina al centrar su contemplación en la Misericordia experimentada por ella misma, la percibe en todas partes y momentos (Diario, 697) de un modo tal que puede sentirse tan amada, tan privilegiada que ya sólo en el descansa su alma.

Lee y medita:

“Yo soy el amor y la Misericordia Misma; no existe miseria que pueda medirse con Mi misericordia, ni la miseria la agota, ya que desde el momento en que se da [mi misericordia] aumenta. El alma que confía en Mi misericordia es la más feliz porque Yo Mismo tengo cuidado de ella.” (DSF, 1273)

Profundiza:

Diario 1577 (véase además: 386, 548, 681, 687 y 1195)

Ora:

Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia Mismos. (DSF, 950)