La esclavitud de la pornografía
La familia se está encontrando con grandes retos y desafíos históricos, hoy día los gobiernos quieren desaparecer la familia, su conformación natural, devaluándola a relaciones de hecho, exponiendo a jóvenes y a niños a vivir sometidos a fuerzas interesadas en dirigirlos hacia el consumo de drogas, pornografía, relaciones homosexuales, etc. que los lleva a creer que todo lo que les ofrecen es la verdad, y para ellos es verdad lo que el mundo les dice, lo que las redes sociales les inculcan y lo que los medios de comunicación les venden, porque los jóvenes están tomando de allí, sus valores, no de lo que aprenden de sus familias porque lastimosamente la mayoría de jóvenes carecen de una familia, se están criando con amigos o desconocidos, pero lamentablemente no con papá y mamá, los jóvenes no han perdido sus valores han perdido a papá y a mamá. Bien decía san Juan Bosco que veía a futuro, como el demonio entraría en forma de redes a las casas a empantanar y perder las almas y se está cumpliendo.
Me he encontrado en mi camino espiritual y profesional con jóvenes, hombres y mujeres, que tienen duda sobre su identidad sexual, que han tenido novio o novia, pero la duda los inquieta porque sienten que les atrae una persona de su mismo sexo. Y compartiendo con uno de ellos el señor me colocaba en el corazón la palabra “pornografía”, le pregunté, y esto se repitió con otros jóvenes, en la misma situación, si eran consumidores de pornografía, la respuesta fue positiva. El demonio los engaña a través de la pornografía, al mirar películas donde indiscriminadamente ven imágenes de hombres y mujeres teniendo sexo, o relaciones homosexuales entre dos hombres o dos mujeres, imágenes en las que ni siquiera se les ve la cara a los protagonistas, porque lo importante no es mostrar una relación o afecto sino genitalidad. Imágenes que terminan impactando consciente o inconscientemente a nuestros jóvenes, generándoles dudas en su identidad, pero sobre todo confusión, que ellos mismos no están en la capacidad de resolver, induciéndolos a tomar la decisión, en no pocos casos, de salir de la duda, buscando tener una relación con una persona de su mismo sexo, para corroborar si realmente es heterosexual u homosexual, lo cual ya lo pone en una conducta de alto riesgo, cayendo en la trampa que se le había tendido. Que astuto es el mal y que presas fáciles somos los seres humanos, porque no se cuenta en la mayoría de los casos con la formación o los valores que se proporcionan en una familia. Son escasos los hijos que buscan a papá o mamá para preguntar o compartir acerca de su vida sexual y sus inquietudes, son desafortunadamente los amigos, las redes sociales, la pornografía los lugares nefastos donde se buscan erróneamente estas respuestas.
Los jóvenes, están cayendo en la esclavitud de la pornografía, siendo consumidores del placer por el placer. Distorsionando su imagen de hijos e hijas perfectos de Dios, que han sido llamados a vivir la felicidad con una persona que los ame y ellos se sientan amados y valiosos en una relación que les aporte, fidelidad, exclusividad, respeto mutuo y sobre todo amor. El verdadero amor genera confianza, fortalece la autoestima, y estabiliza las emociones, propiciando el verdadero placer y plenitud. Muchos jóvenes no han tenido padres que les acompañen y les eduquen en su vida sexual, hemos dejado que esto lo hagan los colegios con las distorsiones que ya sabemos, ofrecen nuestros gobiernos a través de sus ministerios de educación poco conservadores y sobre todo antinaturales en sus enseñanzas.
Los padres de familia tenemos que retomar lo que nos compete como tales, enseñar a nuestros hijos a respetar su cuerpo, a valorarlo, no a verlo como un objeto, sino a reconocerse persona, intocable, inviolable, respetable y sobre todo santo, volver a inculcar en nuestros hijos una única verdad, de que nuestro cuerpo es templo del espíritu santo, por lo tanto tenemos el deber de cuidarlo como tal.
Mi invitación a aquellos jóvenes y otros no tan jóvenes que han caído en la esclavitud de la pornografía, yo reconozco como psicóloga y como mujer de fe, el gran valor que tiene el sacramento de la reconciliación o confesión, creo y por experiencia lo he vivido, que cada vez que nos acercamos al confesionario y arrepentidos confesamos nuestras debilidades y tentaciones, las mismas pierden fuerza, se robustece nuestra vida espiritual y el Señor da la gracia de combatir cualquier nueva o reincidente tentación.