“Honra a tu padre y a tu madre”
Llegó a mis manos una hermosa imagen que me motivo a escribir este artículo, en ella hay una pareja de andrajosos padres que llevan en el centro y de la mano a su pequeño hijo, la leyenda dice “Nunca te quejes de tus padres si tal vez no te dieron mucho de lo que tú querías… ámalos, perdónalos, atiéndelos, porque muchas veces, eso que te pareció poco o injusto era todo lo que tenían” en la imagen los padres llevan cada uno un solo zapato puesto, porque cada uno le ha dado a su hijo el otro zapato para que este fuera calzado.
Los padres siempre quieren dar lo mejor que poseen para sus hijos, tal vez no sean cosas materiales porque sus capacidades económicas no se lo permiten, otros comparten sus bienes porque los poseen, los padres que se esfuerzan por dar cosas materiales a sus hijos son recordados por momentos, mientras que los que dan de sí mismos son recordados por siempre, de ellos recibimos todo su ser, sus enseñanzas, su testimonio de vida, sus lagrimas, sus trabajos, su tiempo y esfuerzos, esto es algo que el dinero del mundo no puede comprar.
Nuestros padres sin haber asistido a escuelas o seminarios donde se les formara para ser educadores nuestros, supieron compartir su zapato usado para preservarnos del frío, compartieron sus enseñanzas para nutrir nuestra personalidad, no solo nos corrigieron cuando nos equivocamos, nos enseñaron a pensar y analizar cómo salir de nuestros problemas, no solo nos prepararon para recibir aplausos también para enfrentar los fracasos, fueron nuestros modelos y principales contadores de historias.
Cada uno de nosotros tiene una historia particular que recordar de sus padres, pero no tendrá toda la vida para agradecer sus esfuerzos y el amor que le entregaron, pienso en los que tienen a sus padres vivos y en la misma ciudad, los que los tienen vivos pero en otro lugar y en los que tienen a sus padres muertos, qué tanto tiempo invertimos en agradecerles por sus desvelos cuando estábamos enfermos y los tuvimos arrodillados frente a nuestra cama, por sus sacrificios, sacándose no pocas veces el pan de la boca para compartirlo con nosotros, por su entrega generosa, aún hoy, que somos adultos y continúan pendientes de cada uno de los detalles de nuestra vida y de sus nietos, porque padres serán toda su vida.
“Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar” Ex. 20,12. Es el único mandamiento que nos ha dado el Señor con una promesa contenida “Para que se prolonguen tus días sobre la tierra” si tan solo buscáramos obtener la promesa ya asumiríamos una actitud diferente con nuestros padres, les llevaríamos de la mano siendo apoyo en su vejez, hoy tenemos que devolverles tanta bendición, amándolos, perdonándolos por sus equivocaciones, orando por ellos si están muertos y atendiéndolos en sus necesidades, no se concibe un padre que lo dio todo por sus hijos, hasta su zapato y que sus hijos hoy los tengan abandonados, que nuestra vida no vaya a ser como la de la historia que cuenta del padre que llego a visitar a su hijo y le pidió que lo hospedara porque estaba solo y abandonado y el hijo se excusa aduciendo que no había espacio para él porque su casa era pequeña y su familia muy grande que solo podría ofrecerle el patio para dormir y en la noche vio que su propio hijo estaba cortando su cobija preferida en dos y le pregunta ¿porqué hace esto? A lo que le responde que solo prepara su cobija para compartirla con él cuando a su vez tenga su padre que vivir en su patio como el abuelo. Honremos a nuestros padres y se prolongaran nuestros días sobre la tierra, como lo promete el Señor, pero más que andar tras una promesa, amémoslos agradeciéndoles y bendiciéndoles por su entrega de toda una vida, somos lo que nuestros padres hicieron de cada uno de nosotros con equivocaciones o aciertos, pero son nuestros padres.