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Separa el oro de la escoria

Jeremías 15, 19

Separa el oro de la escoria

En la recta final de este año civil 2012 hemos querido proponerles amados lectores de nuestro Oracional Misericordia Día a Día, un momento de reflexión personal con y desde la Divina Palabra. Cada empresa se dispone a su balance general, los almacenes harán ajuste de inventarios y así en las distintas realidades se hace repaso del año que termina, para plantear las proyecciones hacia el nuevo año. Si esto pasa con los asuntos temporales, cómo no hacer lo mismo con la más valiosa y delicada empresa que es nuestra propia existencia. Dios como gran accionista ha invertido en nosotros, nos ha colmado con infinidad de dones y carismas. Ha esparcido la semilla de su Palabra, ha derramado el torrente de su Espíritu, nos ha nutrido con la gracia de los sacramentos, es innumerable todo lo que Dios ha hecho en cada uno.

Te invitamos para que con corazón agradecido busques un espacio que facilite el recogimiento interior y te sientes con Jesús a la orilla de tu existencia, para hacer “un” balance de tu año como hijo de Dios, como integrante de una familia, como empleado de una empresa, en fin, como persona a quien Dios ha confiado una tarea específica y de la cual espera los mejores resultados.

Aquí tienen otra figura del Reino de los cielos: una red que se ha echado al mar y que recoge peces de todas clases. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan, escogen los peces buenos, los echan en canastos y tiran los que no sirven.(Mt. 13, 47 y 48).

Cada esfuerzo, cada proyecto emprendido, cada buen propósito ha significado echar la red. En estos intentos a veces las cosas han salido bien y en otras las mejores intenciones pudieron verse cambiadas, no siempre el resultado es el esperado.

Nuestra vida avanza entre luces y sombras. Es necesario identificar las fortalezas para cultivarlas y potenciarlas, pero igualmente es importante reconocer las debilidades para luchar por superarlas con la ayuda de Dios. En nosotros es más lo bueno porque somos imagen y semejanza divina, pero el mal va deteriorando nuestra imagen divina y es necesario disponernos a la restauración de nuestro ser integral. Llevamos un valioso tesoro de gracia, pero está guardado en frágil vasija de barro. En palabras del mismo Jesús: el espíritu es fuerte pero la carne es débil. Por tanto hay que estar siempre vigilantes.

En la vida cristiana es importante separar lo bueno de lo malo. Separa el oro de la escoria, (Jeremías 15, 19). No podemos seguir como niños en la fe. Hemos de asumir una posición. Hay punto medio. O recogemos con Él o desparramamos ¿A quién le ha sido útil tu vida este año?, ¿has vivido para servir?, ¿cada una de tus palabras y acciones han sido inspiradas en la recta intención?

En palabras de san Pablo: Renuévense en el espíritu y en la mente y revístanse del hombre nuevo, creado según Dios, en justicia y santidad verdadera. (Efesios 4, 23 y 24). Vivimos como pensamos, pidamos al Señor en cada Eucaristía, que ponga una gotita de su preciosa sangre que purifique nuestros pensamientos.

Sea cual fuere el resultado de nuestra reflexión, hemos de saber que nuestro Dios es un Dios que nos ama entrañablemente, un Dios que ofrece a sus hijos cada día, nuevas y mejores oportunidades.

Jesús continúo con esta comparación: Un hombre tenía una higuera que crecía en medio de su viña. Fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: Mira, hace tres años que vengo a buscar higos a esta higuera, pero nunca encuentro nada. Córtala. ¿Para qué está consumiendo la tierra inútilmente? El viñador contesto: Señor, déjala un año más y mientras tanto cavare alrededor y le echare abono. Puede ser que así de fruto en adelante y, si no, la cortas

. (Lc. 13, 6 a 9). Bíblicamente tres significa tiempo suficiente para… Dios nos ha dado vida, capacidades y ha puesto personas a nuestro lado para ayudarnos a dar el mejor fruto. Él espera mucho de ti y de mí. ¿Qué tienes para ofrecerle?, ¿cuáles son tus frutos de este año? Un profundo examen de conciencia, una muy buena confesión, una acción de gracias desde lo más profundo del corazón, serán la mejor manera de disponernos cristianamente a concluir un año y recibir el que está por comenzar. Así podremos decir de verdad: Feliz Año.