La estética del mal en que se camufla el aborto

¿Por qué pudiendo representar lo bueno, lo bello, lo armonioso, representamos lo que no es?Nos han dicho que “quien ignora su propia historia está condenado a repetir sus errores” y ello vale para la conciencia personal, también para la conciencia colectiva. Ignorar los desaciertos, excesos y tragedias del pasado, resultantes de la rebeldía y el egoísmo humano pueden conducirnos a reproducir esas decadentes experiencias, incluso obligarnos a generar otras peores como lo es “el aborto provocado”, lo cual sucede cuando se ha logrado adormecer nuestra conciencia bajo el sofisma de despertarla. El Beato Papa Juan Pablo II nos ayuda a comprender la génesis de esa realidad al decir: “Se ha perdido la conciencia de pecado”.
Personas y sociedades completas pueden ser influenciadas y seducidas hasta acoger la tentación como su posible bien, la destrucción de los valores cristianos/humanos en nuestra época sólo ha traído un retroceso y deformación de la belleza del hombre y la mujer, porque es inconcebible no sólo para la fe sino para la razón que se relativice en extremo verdades naturales queriendo imponer como bueno lo que objetivamente es malo. Nuestra fe que se alimenta de las Sagradas Escrituras ha de recordar cómo el Génesis ilustra esta atracción en la imagen de un Árbol de fruto apetitoso que Adán y Eva comen ya que pudo más su “apariencia” y aspecto “atractivo” que su contenido degradante y destructivo previamente advertido.
En la memoria de nuestras generaciones está presente lo inconcebible de una época oscura ante la cual no podemos volver sin sentir que el corazón se sobrecoge de impotencia y dolor, y esa reacción es posible, de alguna manera gracias a relatos y testimonios que el cine, la literatura, los historiadores y las propias víctimas nos comparten despertando nuestra auténtica humanidad que responde sin indiferencia ante las víctimas y sin complacencias ante el agresor.
Ser consciente de ello nos permite reconocer ese “feo” lunar histórico del poder destructor de ese tipo de mal moral y social. Sí, pese a tercos negacionistas, la humanidad no olvida que una parte de la sociedad alemana de finales de mitad del siglo pasado, fue seducida hasta acoger una doctrina oscura y perversa de un ignorante y astuto líder que dio vida al execrable nazismo. De forma que podemos preguntarnos ¿Cómo un proyecto de nación, político y militar que exterminó a más de 6 millones de seres humanos, mayormente judíos, conquistó una parte de ese pueblo alemán para desarrollarlo? Lo anterior me permite entender, no sin horror, cómo una ideología perversa puede arrastrar de forma insospechada la conciencia colectiva de amplios sectores de una sociedad.
El Padre J.A Fortea en su obra “Summa daemoniaca” planteará en un “anexo” un concepto que nos puede iluminar: “la estética del mal”, y dirá que “la estética habla por sí misma”, incluso, que “es ya de por sí un “discurso””. Así, J.A Fortea nos mueve a sospechar que aunque el mensaje de Hitler era perverso, impensable y maligno para las mentes de su tiempo, como hoy resulta a nosotros, ese discurso mal intencionado frecuentó la “belleza” para camuflarse, calar y acomodarse en aquellos sectores de la sociedad que más que horrorizados respondieron deslumbrados a razón de los medios de los cuales se sirvió Hitler para presentarlo.
Es suficiente con mirar los imponentes desfiles militares, los uniformes, los símbolos, las reverencias y lo histriónico del líder al hablar a multitudes para apreciar una sociedad atraída, seducida con un fruto envenenado pero de apariencia apetitoso, cuidadosamente diseñado y que lo hacía deseable. Podemos ir a los registros de aquella época y constatar cómo estaba acompañada y acompasada toda la retórica con un ambiente insuperable donde la falacia del superhombre o la raza aria se convertían en seductora poesía.
Pues bien, esta “estética del mal” es la misma de la cual se sirven quienes como Hitler han diseñado un proyecto destructor como es “el aborto provocado”, proyecto 10 veces más efectivo que el nazismo y que ha exterminado en los años recientes más de 70 millones de niños inocentes e indefensos en los campos de concentración más insospechados; el “vientre de sus propias madres”. Cada año en Estados Unidos son asesinados más de un millón y medio de niños, y en Colombia acontece lo mismo a un número también considerable a expensas de esa progresista tolerancia -al mal- que nos fue presentada como “derecho de la mujer”. No hay duda, como en la Alemania nazi, aquí vergonzosamente también se puede hacer “bella poesía” con la más mísera e inhumana atrocidad.
Lo logrado por el aborto hasta ahora sería imposible si no se sirviera de esa “estética del mal” que pasa por una manipulación del lenguaje, porque una exposición sincera del aborto jamás produciría abortos, por el contrario responsabilidad y valor de la maternidad. Sin embargo, la misma estética que hace el contenido del mal atrayente advierte que para tener éxito “no hay que dar información que ayude a reafirmar la existencia de vida humana en el vientre”, y mucho menos informar la suerte y el destino que sufrirá el cuerpito destruido del bebé y menos aún la salvajada del procedimiento.
El aborto por ser un drama siempre será un tema doloroso como lo expresaron los congresistas abortistas en el pasado acto legislativo que buscaba proteger la vida en Colombia. Seguramente, ellos no ignoran el negocio y la industria multimillonaria que lo hace exageradamente viable y de aplicación universal. No ignoran ideológicamente la también hitleriana “eugenesia” que lo atraviesa, condenando a los hijos de los pobres a morir porque ven en ellos la raza no pura, causante de la pobreza que combatir, mientras ellos –los congresistas- conscientemente fomentan la injusta distribución de la riqueza que oprime a las inmensas mayorías. Seguramente ellos ven y pesan el mal ocasionado social y moralmente en la sociedad: el aborto provocado. Pero terminan sacrificando la verdad, ante la belleza de los imperantes e inalienables “derechos sexuales y reproductivos de la mujer”.
Concluyendo: 1. El aborto no sólo deforma la belleza de la vida humana, sino que la elimina, el aborto es un ataque de proporciones satánicas a la verdad humana. Sin embargo, quienes lo defienden y fomentan lo encuentran como una causa bella, así como Hitler concibió la suya en su momento. 2. La “estética del mal” se aprecia manipulando el dolor de la mujer embaraza y confundida, aprovecha su vulnerabilidad y desesperación para engañarla con una salida de apariencia apetitosa y deseable aunque inmediatamente le condene a una experiencia interior de muerte y sufrimiento. 3. La estética del mal recubre el aborto con una envoltura de causa humana y liberadora que empodera a la mujer con un falso reconocimiento de un derecho que va en su detrimento. 4. La estética del mal se sirve de leyes inmorales, medios de comunicación, ideologías, difundiendo una peligrosa educación en derechos sexuales y reproductivos, que termina haciendo de la mujer un objeto de permanente consumo y placer, lo que explica por qué le vende anticonceptivos y seguidamente: “el aborto provocado”.