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Pensar en la muerte para valorar la vida

Pensar en la muerte para valorar la vida

Cuando somos jóvenes y sentimos que tenemos toda una vida por delante no pensamos en la muerte, sabemos que algún día llegará pero creemos que al menos a nosotros no nos va a visitar por ahora. Cuando somos un poco mayores y ya hemos desarrollado en alguna medida nuestro proyecto de vida, comenzamos a ver la muerte como una experiencia más cercana. Es ahora cuando reflexionamos si nuestros hijos ya no nos necesitan, nuestro esposo o esposa tampoco, analizamos si tenemos una economía familiar para dejarles estabilidad por lo menos económica ya que estamos seguros que toda pérdida genera inestabilidad emocional y eso no lo podemos arreglar. Nos inquieta pensar si les enseñamos lo necesario para sobrevivirnos, ¿será que los principios, valores y nuestro testimonio fueron suficientes para que al faltar mamá o papá sigan nuestros hijos su propio proyecto de vida? No lo sabemos, sólo tenemos la certeza que lo que Dios sembró en cada corazón eso sí dará fruto; pero y si no sembramos nada de Dios en el corazón de nuestros hijos, si nuestras enseñanzas se quedaron en hacer el bien al prójimo, en no robar, no matar, en respetar al otro eso en el mejor de los casos; pero fueron enseñanzas vacías de amor, no es lo mismo hacer el bien al prójimo que hacer el bien por amor al prójimo. El amor hace la diferencia.

La muerte siempre va a ser la causante de nuestras reflexiones trascendentes. Quién no ha sentido tristeza cuando piensa en su propio velorio, quién no ha participado mentalmente en su entierro, quién no se ha imaginado en un cofre mortuorio mirando por el cristal hacia afuera; contemplando el rostro de los seres que ama, con huellas de dolor no sólo en sus caras, percibimos el dolor también en su corazón. Yo creo que hemos llegado a juzgar quién sufrirá más con nuestra ausencia y quién no. Bueno, tenemos que pensar en la muerte para valorar la vida, el hilo que separa la una de la otra es tan frágil que no podemos desperdiciar el tiempo, tenemos que vivir y para vivir tenemos que cambiar muchas cosas, preguntarnos ¿qué me hace falta decirles a mis seres queridos?, ¿cuánto tiempo le podría agregar al tiempo que le dedico a los seres que amo?, ¿qué palabras cambiaría cuando les hablo, que sé los lastima para no dejar heridas en su corazón?, ¿qué perdonaría?, ¿qué haría hoy, por amor a ellos? Lo que puedes cambiar está en tus manos, lo que quieras cambiar depende sólo de ti y sólo lo puedes hacer ahora; quizá para mañana sea tarde.

Tal vez tengamos poco tiempo para demostrar cuánto amamos, para disfrutar bajo la lluvia las cosas sencillas de la vida, para escuchar esa canción que nos gusta, para llorar, para pedir perdón, para reír con fuerza, para disfrutar del resto de la vida. La vida nos rodea a cada instante, ¿hemos sentido al viento cuando nos rosa la piel?, ¿hemos bailado al ritmo de nuestro corazón? Tal vez no, pero aún nos queda tiempo para vivir, para tener la experiencia de las cosas sencillas que nos proporciona la vida, tiempo para volvernos a enamorar de nuestra pareja, no para cambiar de pareja, para comenzar de nuevo, para volvernos a conquistar, cuidando cada detalle, rescatando intencionalmente los recuerdos placenteros que hemos vivido con nuestro esposo o esposa. Dicen los expertos que esta es la mejor terapia para fortalecer la relación de pareja, realizar un inventario de cualidades y buenos momentos compartidos.

Es fácil renunciar ante las dificultades, es fácil ceder ante la enfermedad; es fácil abrir puertas falsas como la del divorcio, el exceso de trabajo, las distracciones o la indiferencia, es fácil morir sin dar la batalla, pero hoy Dios nos llama a descubrir su presencia en nuestra historia. Quiere darnos su espíritu, quiere unirnos como familia, necesitamos dejarlo entrar a nuestro corazón, que se sienta a gusto entre nosotros. Él es el Dios de la vida y nos la ofrece a plenitud, merecemos vivirla junto a Él, somos sus hijos. No dejemos de vivir para darle paso a la muerte, ella llegará con seguridad pero mientras eso ocurre vivamos con intensidad cada segundo, cada minuto, cada hora en la presencia de Dios. Es bueno darle la cara a la muerte para valorar la vida y es bueno vivir para dar gracias a Dios por el regalo de la vida. Vive, vive y no te canses de vivir.


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