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Es tu decisión, pero no es tu derecho

Es tu decisión, pero no es tu derecho

A lo largo de más de 20 años escuchando a personas, hombres y mujeres que llegaron buscando ser comprendidos, con evidentes signos de trastorno de estrés postraumático, el cual es una enfermedad real, como lo cita la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, “Lo puede padecer cualquier sujeto luego de vivir o ver eventos traumáticos, como la guerra, huracanes, violaciones, abusos físicos o un accidente grave. El trastorno de estrés postraumático hace que se sienta estresado y con temor luego de pasado el peligro. Afecta su vida y la de la gente que le rodea”. Creo que es importante comprender esta definición para entender porque el que llega a ser escuchado, luego de haberse practicado un aborto o haberlo facilitado o inducido, presenta signos claros de un TEPT.

Algunas mujeres que se sometieron al aborto, manifestaron haber sentido movimientos fuertes del bebé en el vientre antes del procedimiento “como si el bebé supiera que lo iban a matar” otras manifestaron, que a pesar del corto tiempo de embarazo el cual no debería ser notorio, los días previos al proceso, el vientre se creció de tal forma que se ponía en evidencia el embarazo “como pidiendo auxilio”. Hay testimonio de mujeres, que han quedado embarazadas estando solteras, o en condición en que piensan que no es el momento para un embarazo y lo han ocultado a sus familiares sin que físicamente sea notorio su estado, y tan pronto hablan de la situación y la comparten con sus seres queridos o allegados, inmediatamente el vientre se expande y agranda. Todo esto para que entendamos que el vínculo de la madre con el hijo, amado, deseado o no, es innato, natural y Divino. Puede ser fruto de una violación, de un abuso sexual, de una primera vez con un desconocido, de un amor eterno, de una relación de pareja estable, entendamos, esto es circunstancial, pero la vida dentro del vientre se da desde la concepción y hasta el nacimiento del bebé y el vínculo de la madre y el hijo, igual, desde la concepción y hasta después de la muerte de uno de los dos porque las investigaciones demuestran que precisamente aún después de un aborto, quedan las secuelas de un trastorno de estrés postraumático, el cual no cesa hasta que no se perdona la madre por el acto cometido.

El aborto puede ser la decisión de la mujer, o de su pareja, pero no es un derecho que tenga ninguno de los dos. El derecho que se tiene que abanderar es el del bebé a nacer, el aborto es una purga humana, un engaño a la mujer, se le ofrece el aborto pero se le abandona después de este, dejándola postrada psicológicamente, con consecuencias, como dificultad para dormir o pesadillas, sentimiento de soledad, preocupación, tristeza, ideas de suicidio, abuso con el alcohol y las drogas, dificultad para manifestarle afecto a futuros bebés y el sentimiento que las destruye: la culpa. Las personas que han llegado buscando ser escuchadas, tras años de haberse sometido a un aborto, no pueden con estos síntomas, la vida se les va y no logran ser felices, no logran perdonarse.

Yo perdí un bebé por un aborto espontáneo, un mal manejo médico que me llevó a perder a mi primer bebé. Tuve que lidiar por años con el miedo a no poder quedar nuevamente embarazada, y a que los dos futuros bebés se perdieran como el primero, ingresé a una comunidad de oración y con el tiempo pensé que todo el proceso de sanación interior por la pérdida de mi bebé estaba dado. Un día la comunidad me pidió que hospedara a un predicador que llegaba a la ciudad a un evento de fin de semana, yo no lo conocía, lo recogí en el aeropuerto y cuando vamos camino a casa me pregunta en medio de la conversación, si yo había tenido un aborto, le digo que sí, que había sido espontáneo y él me pregunta si yo ya había perdonado a Dios por el incidente, a los médicos  y a mí misma por el suceso, mi respuesta fue inmediata “claro que sí”, yo llevaba muchos años en la comunidad y de hecho si bien al principio lloraba mucho por la pérdida de mi bebé, sentía miedo y culpa por no haber podido hacer nada por él,  al quedar embarazada de mi segunda hija y mi tercer hijo, yo ya sentía que era un episodio superado, sanado y perdonado, por eso mi respuesta. Al llegar a casa el predicador, que hoy es un gran amigo, me pide que le permita orar por mí y tan pronto comienza a hacerlo, el Señor me regala una visión, donde veo a la Virgen María acercarse a mí, con una niña que traía de la mano, vestida con un atuendo marfil y un cordón dorado en la cintura, era mi hija, la hija que había perdido hacía 12 años, no recordaba cuanto tiempo había pasado desde el aborto, pero la niña tenía la edad que cronológicamente mi hija debía tener, mientras yo veía esto mi amigo oraba al Señor pidiéndole que yo pudiera perdonar a Dios por haberlo hecho culpable inconscientemente por la pérdida de mi bebé, a los médicos los cuales yo sabía que habían tenido gran parte de culpa por un procedimiento que no debieron tener con mi embarazo y a mí misma porque me sentía culpable por haber seguido las indicaciones médicas, cuando algo me decía que no lo hiciera. Me di cuenta que yo no había sanado la herida por la pérdida de mi bebe. En la oración y la visión pude abrazar a mi hija, decirle cuanto la amaba, darle la bendición y vi como la Virgen se la llevaba nuevamente, mientras se alejaban, yo lloraba pero no era ya un llanto de dolor, sino de paz, de mucha paz. Tengo que decir que hasta ese momento ni los médicos ni nosotros habíamos sabido que la perdida había sido de una niña, el Señor me permitió verla, amarla y despedirla. Le di gracias a Dios por permitirme vivir ese momento, fue totalmente sanador para mi vida. Realicé después de esto una confesión sacramental, en la que le pedí perdón a Dios, por el resentimiento oculto que había guardado en mi corazón hacia él, hacia los médicos y por mi responsabilidad en lo sucedido.

Para superar el duelo postaborto, hay que buscar ayuda, acercarse al sacramento de la confesión con un sacerdote autorizado por la iglesia, y el acompañamiento de una comunidad donde la mujer pueda sentir la Misericordia de Dios y el perdón que necesita, en nuestra Comunidad de la Casa de la Misericordia ofrecemos acompañamiento, sana escucha y el soporte espiritual, herramientas que le permiten a la mujer y al hombre comprender que si bien el aborto fue su decisión,  la Misericordia de Dios los lleva a ser misioneros de la vida y la esperanza a partir de su testimonio.